Hola. Soy publicista y vengo a venderte algo.

Vendo cosas. Sí. Vendo cosas. O al menos con eso está relacionada mi futura profesión. No tengo por qué vender algo material, no. Se supone que vendemos conceptos. Vendemos ideas. Vendemos... ¿humo? ¿aire? ¿palabras bonitas?
Sea lo que sea lo que vendamos, el kit de la cuestión es ese. Vendemos cosas.

Resultado de imagen de valla publicitaria en blanco

Recuerdo a Risto Mejide mencionar hace algún tiempo en su antiguo programa, ''Al Rincón de pensar'', que la publicidad era tan honesta, que para empezar, cuando te va a vender algo, te dice: hola, te voy a vender algo. Además, añadía algo así como que cuántos informativos, editoriales, prensa, etc... nos vendía cosas sin decírnoslo. Y por cosas, me refiero a ideologías, ideas, formas de pensar. Y eso me chocó bastante. ¿De verdad la publicidad es honesta? Si solo nos dedicamos a convencerte de que lo que vendemos es lo mejor.

Dejando de lado todo el odio que suscita la palabra publicidad, sí. Es una profesión honesta, muy honesta. Aunque es irónico que esté defendiendo la honestidad de una profesión con tanta certeza.


El significado de honestidad nos dice que se aplica a algo que actúa rectamente, cumpliendo con su deber y de acuerdo con la moral. Lo cierto es que la moralidad de la publicidad no puede ponerse en duda. Está englobada en una ley que hay que seguir (Ley General de publicidad), existe una autorregulación (Autocontrol), se cumplen unas normas deontológicas en el sector...




Y aún así, la publicidad como sector, es uno de los más odiados. Que es comprensible. La saturación publicitaria en la que los consumidores se ven envueltos actualmente no puede crear otro sentimiento que no sea repulsión u odio. Qué coño, hasta yo mismo me enfado cuando suena el maldito 7 minutos y volvemos. También tengo derecho.

De todos modos, los publicistas somos bastante raros. Porque queremos hacerte pensar que te estamos hablando a ti, cuando en realidad estamos hablando a miles de personas. Esbozamos siempre una muesca de admiración cuando vemos una pieza que realmente vale la pena. O cuando vemos una idea buena, buenísima, y nos entra por dentro un quéseyo de ''¿cómo coño no se me ha ocurrido antes a mí?''. Quizás nos autocastigamos demasiado al ver que a los demás les va mejor. Pero, ¿y quién no?

Os pedimos perdón. Es algo que sólo nosotros entendemos. Lo sentimos. A lo mejor algún día conseguimos que la publicidad se entienda. Que se comprenda por qué se hace, por qué debe existir, por qué tiene que estar. A lo mejor algún día conseguimos no estar tan saturados, aunque parezca imposible. 

Nosotros mientras, seguiremos vendiendo cosas. 




Designed by OddThemes | Distributed by Blogger Themes