¿Cuál fue el primer anuncio de la historia?

Primer anuncio de la historia


Aunque cueste creerlo, el primer anuncio de la historia no fue ni de Coca-Cola, ni de Ford, ni siquiera por Rolex. Tampoco estaba firmado por Ogilvy. No tenía un director creativo al frente, ni era una pieza que perteneciese a una campaña, qué va. El primer anuncio de la historia utiliza lo más básico y efectivo: un copy y persuasión.

Este primer ''anuncio'' fue escrito en papiro, mucho más barato que cualquier valla o muppi en la Gran Vía, y un tal Hapu (no, el de los Simpsons no) fue su autor. ¿Podría considerarse el primer copywritter de la historia?



Ese copy que Hapu escribió, dictaba algo como:

“Habiendo huido el esclavo Shem de su patrono Hapu, el tejedor, éste invita a todos los buenos ciudadanos de Tebas a encontrarle. Es un hitita, de cinco pies de alto, de robusta complexión y ojos castaños; a quien lo devuelva a la tienda de Hapu, el tejedor, donde se tejen las más bellas telas al gusto de cada uno, se le entregará una pieza entera de oro.”


Es precisamente esa frase que hace referencia a su tienda y las telas que vendía lo que es reconocido hoy en día como el primer reclamo publicitario de la historia. Encontrado en Tebas en el año 3.000 a.C, parece que la publicidad es algo que llevamos dentro. El escrito (llamado Papiro de Shem) puede encontrarse hoy en día en el British Museum de Londres.

Este anuncio fue el primero escrito en la historia, pero... ¿cuál fue el primer anuncio emitido en televisión?

Data del año 1941, en Estados Unidos (cómo no), y se emitió entre un partido de baseball de los Brooklyn Dodgers y los Philadelphia Phillies. La marca que tuvo el gran honor de ser la primera en anunciarse en la pequeña pantalla fue Bulova, una empresa de relojes y joyería también estadounidense.




La tecnología de la época tampoco daba para más que mostrar una imagen en blanco y negro, sin movimiento y sin apenas texto más allá del nombre de la marca. Lo gracioso es que el coste del anuncio tan sólo fue de 9 dólares. 4 de ellos por los segundos que estuvo emitiéndose, y 5 por cargos adicionales. Pero tan sólo llegó a unas 1.000 personas, ya que en aquella época, en Estados Unidos apenas existían 4.000 televisores.
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